10 abr 2017

Sex and The City, el retrato del falso feminismo




¿Por qué van de transgresoras, modernas e independientes pero solo son felices cuando tienen una relación con un hombre?

Como cualquiera serie con éxito dentro de la llamada cultura popular, Sex and The City, al mismo tiempo que rechaza un cierto tipo de ideologías las reproduce y perpetua. Durante las seis temporadas (1998-2004) es un himno constante a la vida de soltera de cuatro mujeres heterosexuales, validando a una vida de consumo en la ciudad en contraposición a una vida tradicional del “settle down” con el “empezar una familia” como escudo. 

Sex and The City, al contrario de lo que se podría plantear a priori,  es un grito de combate al privilegio patriarcal, dónde la mujer es subyugada, eternamente sumisa; dónde la desigualdad entre géneros es una realidad. En cada episodio, existe el intento de reciclar esas premisas. No obstante, toda la serie se basa precisamente en ese desequilibrio, permitiendo así que el discurso de los cuatro personajes principales sea contra la violencia psicológica generada por cada una de sus relaciones. 

Todo el discurso feminista que surge desde el narrador, Carrie, es un discurso que el nivel de identificación será muy bajo, teniendo en cuenta la clase media alta en la que ella vive. Es decir, el enfoque no es transversal y no es del todo un reflejo de la diversidad existente.  

Así, es entendible que a la hora de empoderar al sexo femenino, hay una aparente necesidad en comunicar sentimientos negativos y, de cierto modo, normalizarlo a lo largo de las seis temporadas. El género se trata de modo performativo, consolidando la impresión de ser un hombre o ser una mujer (Butler, 2013).

Todo el entretenimiento generado por la serie adviene de la búsqueda extensiva y verdaderamente intensa de la pareja ideal o, simplemente, de un hombre. En lo que se asemeja a una eterna adolescencia: la ropa y la alimentación, los sábados por la noche y el embellecimiento o el tener novio son algunos de los factores que las caracterizan constantemente y las reafirman como pseudo víctimas o, con otras palabras, como Cenicientas contemporáneas.   

Hay un dualismo presente e, igualmente insuperable, en el hecho de que por tanto criticar el sistema, lo reafirma en cada una de sus críticas, en cada uno de sus episodios. 



Fragmento del capítulo 18 de la tercera temporada de Sex and The City.


Podemos observar como el argumento de toda la serie gira entorno a las problemáticas de cuatro amigas que tratan de entender a los hombres y acaba cuando las protagonistas encuentran a sus respectivas parejas.


Sex and The City es una metáfora perfecta de lo que de verdad es y sigue siendo el discurso de género en nuestras sociedades occidentales: cada uno podrá declararse feminista, pero por mucho que lo diga, sigue saliendo a la calle en sus Manolo Blahnik. Y de tacones en tacones, perpetuamos el pedestal y nos conformamos con el segundo lugar. 


Andrea Ballesta, Isabel Blokker y Mariana Viseu

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